Libros: Plays Well in Groups

Plays well with others, katherine frank

Profundo estudio sobre el sexo grupal, de Katherine Frank

     La sexualidad es uno de esos temas que se problematizan fácilmente al intentar hablar de ellos. El sexo en grupo, además, siempre tan transgresor, siempre tan incitante, siempre tan yo quiero pero Dios no lo mande, se puede estudiar desde tantas aristas que sorprendente es que se estudie tan poco. Cierto, es un tema que aparece raudo cuando se trata de discutir riesgos a la salud, pero difícilmente alguien se toma la molestia de abordarlo seriamente y con intensiones académicas. ¿Qué es? ¿Para qué sirve? ¿Por qué lo practicamos? Son muchas las preguntas de investigación que pueden surgir de una práctica tan usual como polifacética. Desde nuestras queridas y banales fiestas swinger hasta las violaciones masivas utilizadas como arma de guerra, pasando por rituales, bacanales, comunas y hippies y otra plétora de manifestaciones, sin duda se trata de un tópico rico y casi olvidado.

     Plays Well in Groups es una de las contadas excepciones. Estamos frente a un ensayo cuidadoso que explora muchas o todas las formas en las que "la orgía" se representa entre los grupos que la practican. Además de haber explorado de primera mano varias de sus expresiones, Frank se arma de un sólido aparato crítico para estudiar  el fenómeno y la forma en la que lo entendemos. Cada tanto,  aparecen diversas entrevistas que narran experiencias de protagonistas. Entre ellas encontré una que me pareció oportuno traer aquí por varias razones. Primero, porque se trata de la narrativa de un swinger, lo que obviamente es pertinente para nuestro Jardín de adultos. Además, porque la historia que cuenta, a pesar de ubicarse en otro país, me suena notablemente cercana. Quizá a otros de los que llevan mucho tiempo meneando el abanico en el ambiente, también les parezca familiar. 

     De cualquier manera, me tomé la libertad (sin permisos editoriales) de traducir un capítulo y ponerlo aquí. 

Tres bodas y un funeral

(Entrevista, David)

     Mi pareja y yo empezamos a discutir sobre el swinging en 1993 y tuvimos nuestra primera experiencia a principios de 1994. Hemos estado jugando ya durante casi veinte años, desde que ambos teníamos 22.
         
         El ambiente ha sido marcado, en las últimos dos décadas y debido al internet, por la época de evolución más acelerada por la que haya pasado, y nosotros estuvimos aquí durante todo ese tiempo. Cuando comenzamos a swinguear, la gente se reunía en clubes (si es que alguno se pudiera encontrar), por medio de anuncios en semanarios alternativos como The Stranger en Seattle o City Paper en Washington D.C., o a través de revistas como Swinger Advertiser. Aún conservo un ejemplar de una edición en la que había un anuncio nuestro junto a otro de Roger Stone, un ex protegido de Nixon que a finales de los años 90 fue exhibido  por el Washigton Post y en las noticias locales de Fox. La gente podía también unirse a los grupos de Usenet, funciones  de internet que funcionaban un poco como lo hace Craiglist hoy en día.  A mediados de los noventa también teníamos BBS (Bulletin Board Systems), pequeñas redes cibernéticas a las que se tenía acceso marcando con un módem. Un BBS local, podría haber tenido quince líneas, y comunicarse no siempre era fácil.  El servicio se basaba en texto y, aunque se usaban perfiles similares a los que se usan hoy en día con datos e información escrita, había muy pocas fotografías. Era primitivo, pero se podía hacer contactos.

        In los años noventa, las barreras de entrada eran significativas. Uno tenía que trabajar para encontrar el modo de pertenecer a la comunidad. Había muchos menos clubes y eran muchas las puertas que se nos cerraban en la cara. La gente era devota de la discreción, porque era también vulnerable al juicios y persecuciones sociales, que podían costar el trabajo, amistades o relaciones familiares. Al entrar en la comunidad uno exploraba sus deseos entre gente dispuesta a proteger la privacidad del otro, incluso más allá de simpatías. Aprendíamos los mecanismos a través de parejas más grandes que habían estado en el ambiente por años; era una especie de tutoría. Hemos hecho eso mismo por otras parejas desde entonces, pues nos parece que la transmisión del conocimiento es clave.

        En aquellos años, cada una de las ciudades que explorábamos tenía un club principal. En Seattle estaba New Horizons, un enorme club con hermosas instalaciones que abría varios días a la semana. En Washignton DC estaba Capitol Couples  (que posteriormente se convirtiera en Starz y después en Crucible Lifestyle). Abría sólo un sábado al mes y  organizaba reuniones en bares y restaurantes. Eventualmente se aumentó a dos veces por mes.  Capitol Couples, supuestamente, ofrecía eventos off-premises (*N.T. Eventos en los que sólo se permite socializar y no se puede haber actividad sexual), pero mucho sexo transpiraba en las misma mesas en las que, la noche anterior, habían sido servida la cena. Los dueños de estos clubes eran miembros más viejos de la comunidad.   Sus negocios, al no tener mayor competencia, carecían de ímpetu por los cambio, sin embargo, la comunidad tenía un lugar central de reunión. Al salir de noche, uno sabría dónde iba a estar todo el mundo.  La gente venía, se reunía y jugaba. Algunos intercambiaban números telefónicos o e-mails (algo aún bastante nuevo). Como, en esa época, contactar a otras parejas era difícil, la gente en los clubes estaba más dispuesta a jugar.  Todos eran parejas de intercambio completo. Había muchos puntos en común --no era necesario preocuparse por los gustos específicos de cada quien porque sabías que los demás también estaban buscando tener sexo, esa noche o en el futuro cercano.

     El crecimiento de internet en el nuevo milenio desató cambios enormes. De pronto, la información que solía ser difícil de conseguir, estaba disponible en la punta de los dedos. Los sitios web hicieron que encontrar compañeros de juego fuera más fácil. Se añadieron fotos, y eventualmente vídeos. Literalmente, se volvió posible mirar a una pareja follando antes de tener que escribirles. Encontrar el club swinger de la zona estaba a unos click de distancia e, incluso, estar ahí esa misma noche. En la medida en la que las barreras de acceso se derrumbaron el periodo entre "no tenemos ni idea" y la acción cayó a casi cero. Los novatos inundaron la escena. La edad promedio también cayó, posiblemente como síntoma de generaciones con mentalidad más abierta o simplemente porque era más fácil conseguir la información.

     La comunidad swinger se tornó más diversa. Comenzamos a escuchar el término soft swap, un concepto que, al principio nos hacía reír. Ahora, son más personas las que quieren sólo ver o conversar y mucho de los que hoy se considera swinger tiene más que ver con la atmósfera; con la producción más que con el sexo mismo. Grupos distintos se encuentran en conflicto con otros grupos y la comunidad se percibe más fragmentada. Por supuesto que hace una década, uno escogía a la gente con la jugaba, pero todos aquellos que habían pasado por las peripecias de llegar a la comunidad eran aceptados, incluso bienvenidos en ella. La edad, talla y color no importaban, una persona era parte de un colectivo. Esos principios, sin duda, se erosionaron con el creciente apego por lo "exclusivo". La gente se empezó a preocupar cada vez más por evitar a "los menos deseables". Recuerdo que la primera vez que vi en un evento swinger una zona VIP me dio tristeza. Pensé: ¿Se trata ahora de estar unos contra otros? ¿O ellos mismos, sin darse cuenta, se metieron en un corral?

      En cierto sentidos, estos cambios eran inevitables: el ambiente se volvió trendy, y los promotores de fiestas buscaron se valieron de lo "atrevido" para vender sus eventos. Redujeron el componente sexual en pos de ambientes eróticos que atrajeran a una multitud más aficionada a raves y a la música dance, y que, en realidad, no era tan swinger. Estos nuevos emprendedores carecían de ligas con la comunidad y rápidamente comenzaron a atacar y a ridiculizar a los "swingers de la vieja escuela" o a "los feos y a los gordos". La nueva escena que pretendían vender era "joven", "guapa", "lo más nuevo". Los negocios comenzaron a atacar nichos más que a la comunidad en su totalidad, cortándonos en rebanadas para su provecho. Incluso los sitios web adoptaron esta misma mentalidad de "solo gente bien". Ahora, tenemos una comunidad sin raíces. Los negocios más antiguos fueron barridos por estas nuevas fiestas chic, pero éstas son solo superficie sin profundidad alguna. Hay mucho menos respeto por lo que vino y por lo que vendrá, sólo es importante el individualismo. La comunidad acogedora y tolerante a la que entramos hace veinte años, cambió radicalmente.

      La cruda realidad es que el dinero swinger es limitado. Uno no puede estar en tres eventos de "lo más nuevo" al mismo tiempo, incluso si corriéramos constantemente de un objeto brillante al que sigue. Aunado a las crisis económicas, y al envejecimiento de la ola de internet, no existe suficiente mercado para mantener todo esto funcionando.

      El swinging replica también otros modelos sociales. La pornografía, por ejemplo. La falta de vello púbico en el porno se convirtió en la norma swinger.  A mediados de los 90 hice mi primera doble penetración, y fue la gran cosa. Ahora, se ve por todos lados. Admito que hace pocas semanas, estuve cerca de dejarme arrastrar a otra, (una DP puede ser divertida aunque la logística resulte retadora). Pero, en el sexo, no me gusta esta mentalidad de jugar fuercitas, esta necesidad de buscar siempre la tendencia o la última moda. Algunas personas, desde siempre, jugaron a lo kink, pero ahora parece que todos van en esa dirección. Empezó con algo de spanking, luego lo de jalar el cabello, después asfixia (como en la pornografía) y ahora la gente me pide cuerdas y látigos.

     De todas formas, me mantengo optimista sobre el futuro aunque algo de repliegue sea necesario. Sí, el medio swinger ha sido invadido por una horda de capitalistas empecinados en vendernos una idea del lifestyle  para ganarse una lana. Pero al final del día, el sexo y la comunidad, aquellas personas de mente abierta que disfrutan del placer con otros, siguen ahí.

     En cierto sentido, esto es un hobby, sexo por diversión. Como en cualquier otro hobby, se hacen amigos, conocidos, e incluso enemigos a medida que uno participa. El sexo es sencillo (inserte la pestaña A en la ranura B) pero la amistad  toma tiempo en cultivarse. Me siento afortunado de poder disfrutar de diversión hedonista con una pareja a la que nunca volveremos a ver, pero con la que también podríamos desarrollar una amistad profunda. Hemos asistido a tres bodas y a un funeral de gente del ambiente. Hemos viajado con algunos, prestado dinero con otros y hasta solicitado créditos con gente que conocimos aquí. Prefiero empezar con sexo y ver si la amistad se desarrolla. Si no sucede así, al menos disfrutamos una experiencia. Y sólo porque en algunas ocasiones disfruto del sexo grupal, no significa que que no pueda tener un lazo emocional con alguien o tener muy buen sexo uno a uno. Algunas noches como filete, otras pollo. Algunas noches, puede ser que se me antojen ambos.

    El sexo grupal permite variedad. El condimento de la vida. Esa parte, nunca va a cambiar.

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