Animalitos de circo

Me han dicho muchas veces que tengo que escuchar el programa que hizo Marta Debayle sobre los swingers, si no por otra cosa, al menos por la curiosidad antropológica de saber qué podía decir al respecto una señora que habla sobre las buenas maneras de la maternidad. Pues así lo hice y ahora tengo una ligera incomodidad. Resulta que tanto tiempo de mover el abanico en este mundillo sw, me hizo perder, por mucho la perspectiva que, de alguna manera, el programa de radio me regresó. Aparentemente, no es común que la gente viva su sexualidad como mejor le parece.


Amén de lo que se haya dicho en el programa, y amén de lo que yo crea sobre la existencia o no de los swingers solos y otras afirmaciones debatibles, lo que me sorprendió mucho era el espectáculo. Marta, con sus huestes de seguidoras que aún sin épico clamor ¡No más garrafones! mostraban su lealtad, se guareció en la trinchera del yo no sé nada, explíquenme por favor, y algunas veces velada otra no tanto, desenvainó la espada de un discurso que más bien decía: No sé nada, porque no entiendo cómo a alguien se le puede ocurrir semejante barbaridad. Los radioescuchas, a través de redes sociales, mostraron uno tras otro su desaprobación y el panel de ingenuos swingers se fue convirtiendo, paulatinamente, en un grupo de víctimas que, lejos de explicar a los interesados las sutilezas de un tipo de vida, justificaban, frente a los incrédulos, su conducta.
Nadie, hay que ser muy claro, dijo en ningún momento, eso está mal. Nadie, tampoco, apeló a las santas escrituras ni a los valores familiares, ni mucho menos. Nunca percibí el programa como un juicio de Salem, más bien como una especie de zoológico en el que los niños se apresuran a los jaulas para ver a los monitos masturbarse y hacer otras porquerías. Algo así como: está padre que haya bestezuelas para que nosotros, los humanos, sepamos el valor de nuestra superioridad. Pero la gente es muy rara, y entre los que no hablaron al programa para dar su opinión, entre los que no twitearon ni facebookearon, me pregunto cuántas se quedaron con la tentación de pedirle a su marido que las llevaran a conocer un club swinger. Me pregunto cuántos no dijeron: ¿y si probamos? Y cuántos, de los que sí opinaron, no dijeron vehementemente: eso no es para mí, porque, en realidad, más bien pensaron: si se lo sugiero a mi pareja me abandona en la banqueta y se lleva niños, casa y coche. No lo sé.
La experiencia, coincidió con el momento en que me enteré que, este año, la Expo Sex fue cancelada porque los que invirtieron una buena plata en ponerla toda junta tienen miedo de que el progresista gobierno del DF los lleve a todos presos por trata de personas. Para colmo, no hay autoridad competente que les pueda explicar que si cumplen con tales o cuales requisitos no incurrirán en ningún delito y, por lo tanto, pueden estar seguros de que el que nada debe nada teme. Frente a la incertidumbre, la prudencia, como en los regímenes fascistas. El punto es que nadie pudo, el finde pasado ir a ver si encontraba algo nuevo para probar en la habitación. Al final del día, la pregunta que queda incómoda en mi mente es una duda añeja: ¿Será cierto que este país está tan dañado porque la gente pasa más tiempo pensando en cómo evitar que su vecino coja que en coger?



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